Apostatado
"Amarás a dios sobre todas las cosas". Cuando, entre finales de los setenta y principios de los ochenta, me enseñaron los diez mandamientos en aquel cole unitario de la EGB donde la religión era obligatoria y evaluable a todos los efectos, no entendía el primero de ellos. Me confundía, me contrariaba, me molestaba. No podía aceptar de ningún modo, siendo además hijo único, el hecho de amar más que a mis padres a un dios que no veía ni sentía, pero que me condicionaba en todo y para todo según aquellos espeluznantes y adoctrinadores catecismos cuya portada cambiaba de color según el curso en que te encontrabas, llenos de preguntas y respuestas poco inteligibles que debías aprender de memoria y vomitar, tal cual, como un autómata. Fue mi primera crisis con la religión. Recuerdo que en las clases de catequesis que recibía los sábados por la mañana de cara a la primera comunión, entre 1980 y 1981, me hacía notar ante aquella guapa voluntaria seño Lola . Soltaba ocurrencias, tont